Anuario del Instituto de Historia Argentina, vol. 23, nº 1, e187, mayo - octubre 2023. ISSN 2314-257X
Universidad Nacional de La Plata
Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación
Centro de Historia Argentina y Americana

Reseñas

Reseña de Albornoz, M. (2021). Cuando el anarquismo causaba sensación. La sociedad argentina, entre el miedo y la fascinación por los ideales libertarios. Buenos Aires: Siglo XXI

Bruno Nicolás Elviretti

Universidad Nacional de General Sarmiento, Argentina
Cita recomendada: Elviretti, B. N. (2023). [Revisión del libro Cuando el anarquismo causaba sensación. La sociedad argentina, entre el miedo y la fascinación por los ideales libertarios por M. Albornoz]. Anuario del Instituto de Historia Argentina, 23(1), e187. https://doi.org/10.24215/2314257Xe187

Martín Albornoz, Doctor en Historia por la Universidad Nacional de Buenos Aires e investigador del CONICET, reconstruye en esta contribución las formas en que diversos actores entendieron y estudiaron al movimiento anarquista en el período de 1880-1910, momento en el que “causaba sensación”. Su aporte es sumamente valioso ya que plantea un prisma novedoso desde el que comprender el anarquismo, lo que permite arribar a nuevos sentidos sobre este movimiento central en la sociedad y política de la Argentina Moderna. Para llevar a cabo esta empresa examina diversos diarios de la época, tanto comerciales (La Nación, La Prensa, El Diario, Caras y Caretas) como de afinidad ácrata (La Protesta [Humana], El Perseguido, La Anarquía), incluyendo también publicaciones socialistas (La Vanguardia, El Obrero) y policiales (Revista de Policía). Asimismo, el autor recupera en su análisis publicaciones expertas clave para comprender la “cuestión criminal”, como los Archivos de Psiquiatría, Criminología, Medicina Legal y Ciencias Afines (APyC) y Criminología Moderna. Así, la hipótesis de Albornoz es que el anarquismo constituyó un movimiento heterogéneo, un “caleidoscopio” según sus palabras, y no bastaba con las interpretaciones taxativas que muchos contemporáneos hacían del mismo para comprenderlo, sino que su forma iba más allá de los encasillamientos que en su época se le buscaba dar. Por eso, resulta fundamental su reconstrucción a partir de diversos actores, cada uno con sus propios lentes.

Según el autor, tanto los diarios comerciales como los ácratas ayudaron, de alguna u otra manera, a difundir las ideas del anarquismo, lo cual explica el crecimiento y el potencial de estas publicaciones, así como su llegada a un público amplio. Con el cambio de siglo, la prensa asistió a un notable desarrollo, al igual que el propio anarquismo. Para inicios del 1900 el movimiento anarquista venía creciendo sustantivamente y el periodismo no se quedó atrás ya que cada vez lograba cubrir una miríada de eventos ocurridos en la capital. Asimismo, cada diario realizaba una interpretación distinta del anarquismo y entre todos, ya sean comerciales o de orientación de izquierda, diferían respecto a lo que significaban los atentados, sus perpetradores o incluso de la realidad del país.

De esta forma, el libro se divide en siete partes: una introducción, cinco capítulos, y un epílogo. Su estructura permite realizar cierto camino en lo que respecta a la historia del anarquismo en la Argentina. Cabe destacar que cada parte de las mencionadas inicia con un acontecimiento relevante como disparador, recurso que utiliza Albornoz para comenzar a desarrollar el tema que busca explicar. De hecho, en la introducción el autor recoge las líneas de investigación que han estudiado al anarquismo. Particularmente señala dos: una ubicada hacia los años ‘70 y otra en la actualidad. En la década de 1970 la principal preocupación historiográfica estuvo concentrada en la prensa y en la incidencia del anarquismo en el movimiento obrero. Así, esos estudios pioneros destacaron las historias de los militantes y su inserción en los gremios, donde tendrían más fuerza para difundir sus ideario y prácticas. Sin embargo, esto sería un arma de doble filo ya que allí también encontraría su declive. Según esta interpretación, la hegemonía gremial pasaría a estar acaparada por el sindicalismo revolucionario y el comunismo. Por su parte, las líneas analíticas más recientes de investigación histórica del anarquismo, cuya renovación debe mucho a Juan Suriano, demuestran la mayor incidencia del movimiento a partir de las intervenciones culturales y de la gente no militante o no perteneciente al proletariado. No obstante, Albornoz señala que, con el tiempo, esta línea buscó hacer hablar al anarquismo sobre todo, es decir, que tuviera un pronunciamiento sobre cualquier tipo de asunto, ya sea el amor, la sexualidad, el arte, etc. Este balance, le permite al autor despegarse de las anteriores interpretaciones académicas del fenómeno anarquista y posicionarse respecto a las formas de comprenderlo, ya que pretende recuperar y situar la historicidad de las interpretaciones e interacciones de la época, dejando así en evidencia que el anarquismo logró formar parte de la historia de la ciudad de Buenos Aires.

En el capítulo 1, “Espectros mundiales del anarquismo: un tema de todas las conversaciones”, reconstruye los impactos que tuvieron en la Argentina distintos acontecimientos ocurridos en el extranjero. Si bien el capítulo recorre otros acontecimientos, el hecho que mayor conmoción causó fue el asesinato del rey Humberto I de Italia en 1900. Tal revuelo mediático, social y político provocó que de este lado del Atlántico se rindieran distintos homenajes y presentaciones de luto. Este suceso no hizo más que centrar la mirada en el anarquista y sus motivaciones para cometer atentados. Si bien en otro de los capítulos retoma la idea, aquí se menciona la cuestión referida a los orígenes de los perpetradores, quienes eran retratados como dementes o insanos, con problemas que remitían al hogar, entre otros. Albornoz finaliza el capítulo afirmando que, por más que algunos consideraban hasta ese entonces como inofensivo al anarquismo, a la vuelta de siglo lograría tener más fuerza y mayor presencia en la prensa y en la sociedad.

En el segundo capítulo, “¿Anarquistas en Buenos Aires? Los periódicos que todo lo averiguan”, el autor propone mirar más en detalle los diarios de la época y, a partir de ellos, destaca las caracterizaciones que se hacían de los atentados y sus perpetradores locales. Asimismo, las noticias policiales comenzaron a tomar mayor protagonismo a medida que crecía el movimiento, prestando particular atención a las armas utilizadas en cada atentado y los lugares de donde provenían los anarquistas, dejando así detalles de sus condiciones sociales. No obstante, Albornoz finaliza el capítulo argumentando que por más esfuerzo que los periódicos hayan realizado en determinar taxativamente los lugares de los que provenían los practicantes ácratas, lo cierto es que estos eran gente del común, habitantes de la capital y sin las características particulares con los que los retrataban en Europa, a saber: dinamiteros, bombarderos, magnicidas, etc.

En el capítulo siguiente, “Socialistas y anarquistas: como perros y gatos”, se describe la relación entre ambas corrientes de izquierda. Si bien su unión en la Primera Internacional fue inestable, lo cierto es que luego de la expulsión de los anarquistas de la misma y del Congreso de Bruselas de 1891, donde se segregó a los ácratas del seno del Partido Socialista, la relación entre ambos en Buenos Aires tomó cada vez más distancia. De hecho, los socialistas denunciaban que la policía los identificaba como anarquistas y alienados para detenerlos. Frente a la posibilidad de hacer alianzas, los socialistas sostenían que esto solamente beneficiaba a la burguesía y se presentaban a sí mismos como la única cura ante tales males. El autor concluye argumentando que, sin quererlo, los socialistas ayudaron a entender al movimiento ácrata y sus implicancias sociales y culturales en Buenos Aires ya que, al marcar las diferencias en sus artículos periodísticos, definieron ciertas características específicas, aunque ellos mismos sostenían que era muy complicado dar con un “anarquismo-tipo” debido a que los anarquistas eran muchas cosas a la vez.

En el capítulo 4, “Los criminólogos frente a los anarquistas: son todo y nada”, Albornoz recupera la figura de los médicos criminólogos, los cuales fueron sumamente importantes para la caracterización de los anarquistas en el ámbito policial. Se suponía que éstos estudiaban los rasgos particulares del ácrata criminal y buscaban encontrar cierto patrón en sus comportamientos y orígenes, remontándose a su familia, su lugar de trabajo o incluso a sus intereses románticos. El autor destaca tres figuras principales del credo positivista: Cesare Lombroso ‒el padre italiano de la disciplina‒, Francisco De Veyga y José Ingenieros ‒los mayores exponentes argentinos en las primeras décadas del nuevo siglo‒. Cada uno de estos médicos criminólogos, prestaba atención a distintos aspectos, por lo que Albornoz argumenta que no existió un único consenso para explicar el anarquismo y definir a las personas que lo profesaban. Por el contrario, las investigaciones de los criminólogos abonaron a la idea de heterogeneidad del movimiento.

En el capítulo final, “Policías y anarquistas: la zona gris”, el autor se concentra en las interacciones entre los mencionados. La presencia policial en los periódicos, como se afirma más arriba, se acrecentó en los inicios del siglo XX, pero las interacciones entre policías y anarquistas ya se venían proyectando desde el Fin de siècle. De esta forma, el capítulo busca demostrar cómo ambas partes se encontraban en una zona gris, ya que iban y venían de un lado hacia el otro: se hacen distintas menciones de casos en los que algunos anarquistas se convertían en policías y viceversa. Esta cuestión era retomada por los socialistas ya que les servía para alimentar su afirmación de que anarquistas y policías trabajaban en conjunto. De esta manera, Albornoz finaliza sosteniendo que tanto unos como otros ya se conocían desde hacía tiempo, y que el hecho de pertenecer a la misma clase social les permitía vagar y deambular por esta zona gris.

Por último, en el Epílogo se presenta un caso que sacudió a la opinión pública porteña: la fuga de la Penitenciaría Nacional en 1911 en la que participaron reconocidos anarquistas. A partir de allí, se recuperan todas las ideas mencionadas en los capítulos anteriores para finalizar con un cierre que resume su obra: la espectacularidad del anarquismo hizo que la prensa, la izquierda, diversos académicos e incluso la policía se preguntara por sus orígenes, sus motivaciones y sus militantes. Sin embargo, como demuestra Albornoz, este movimiento se caracterizó por ser tan heterogéneo que no podría entenderse con definiciones excluyentes, sino que es necesario conocer su contexto e historicidad para comprenderlo. Justamente allí radica la contribución del libro.

De esta forma, Albornoz ofrece un análisis convincente, escrito con elocuencia, sobre un momento histórico que ha concentrado múltiples trabajos, pero al cual logra brindar un aporte original. Cómo demuestra su libro, el cambio de siglo trajo consigo transformaciones que el autor documenta y recorre con exhaustividad, en la prensa (la cual se moderniza), en la policía (ya sea en su despliegue represivo como en el de inteligencia) y en los propios anarquistas (debido a su constante participación en la vida política con atentados o huelgas para defender sus derechos). Su obra es una contribución fundamental y deja planteadas preguntas y futuras líneas de investigación sobre la historia socio-cultural de la violencia política y la actividad anarquista, así como la necesidad de continuar conociendo los derroteros de este movimiento en los años que siguieron a su momento de esplendor en la sociedad porteña, y su vinculación con los momentos de apertura democrática, auge de la cultura de masas y tensiones políticas propias del periodo de entreguerras.

Recepción: 27 Febrero 2023

Aprobación: 10 Marzo 2023

Publicación: 02 Mayo 2023

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