Anuario del Instituto de Historia Argentina, nº 13, 2013. ISSN 2314-257X
Universidad Nacional de La Plata. Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación.
Centro de Historia Argentina y Americana

ARTÍCULOS/ARTICLES

La vestimenta de los esclavos en el Buenos Aires posrevolucionario: un análisis a través de los avisos de fugas y extravíos publicados en La Gaceta Mercantil de Buenos Aires (1823-1831)

Andrés Eduardo Yañez

Universidad Nacional de La Plata. Argentina
andresyaniez@hotmail.com

Cita sugerida: Yañez, A. E. (2013). La vestimenta de los esclavos en el Buenos Aires posrevolucionario: un análisis a través de los avisos de fugas y extravíos publicados en La Gaceta Mercantil de Buenos Aires (1823-1831). Anuario del Instituto de Historia Argentina (13). Recuperado de http://www.anuarioiha.fahce.unlp.edu.ar/article/view/IHAn13a03.

Resumen
Un relevamiento cualitativo y cuantitativo de los avisos de fugas y extravíos de esclavos publicados en La Gaceta Mercantil entre 1823 y 1831 nos permitió analizar pormenorizadamente los atuendos que utilizaba dicho grupo social, sus estados, telas y colores, y cuestionar la visión recibida de los contemporáneos sobre un esclavo mal vestido y harapiento. Comprobamos que vestían mayor variedad y cantidad de prendas, lo cual pudo representar, junto con los ornamentos que complementaron sus ajuares y cierto cuidado en la apariencia personal, una forma de reafirmación de la propia individualidad y el intento de preservación de la identidad de grupo.

Palabras clave: Esclavos; Vestimenta; La Gaceta Mercantil; Identidad.

Slave Clothing in Post-Revolutionary Buenos Aires: A Study Based on Runaway and Loss Advertisements Appearing in La Gaceta Mercantil (1823-1831)

Abstract
By conducting a quantitative and qualitative study of advertisements for lost or runaway slaves appearing in La Gaceta Mercantil between 1823 and 1831 we have managed to analyze in detail slave clothing -types, condition, fabric, and colors- and, thus, challenge the stereotype created by their contemporaries of slaves in shabby and ragged clothes. As confirmed by our study, not only did slaves possess more and more varied items of clothing, but they also wore ornaments and cared about their personal appearance. This may be interpreted as their intent to reaffirm individuality and, at the same time, preserve group identity.

Keywords: Slaves; Clothing; La Gaceta Mercantil; Identity.


 

1. Introducción

La vestimenta y los elementos que decoran el cuerpo, el cabello o el rostro han trascendido a lo largo de la historia su mero fin material para transformarse en artefactos culturales, en vehículos de identidad, de pertenencia social y de opción estética. De tal forma, los cuerpos vestidos se convierten en vehículos de información que trascienden el uso de las palabras.1 El vestir y los ornatos que lo complementan nos revelan, pues, aspectos sociales de los individuos que los portan y de la sociedad en la que viven.

El acto de vestirse y los objetos que conforman este acto eminentemente social están históricamente determinados. La elección de la vestimenta y su combinación implican una creación discursiva sobre el cuerpo,2 que debe ser interpretada en ese contexto histórico-social particular en el cual el fenómeno del vestir se produce.

Algunos autores ya se han ocupado de estudiar, entre otros aspectos de la vida cotidiana, la vestimenta de los diversos actores sociales en el Río de la Plata colonial y poscolonial. Cabe destacar el estudio de Emir Reitano (2010: 196-198) sobre la inmigración portuguesa en el Buenos Aires tardocolonial, que analiza el vestuario de los miembros de esta colectividad a través de los inventarios de sus bienes personales. Marcando la austeridad material de los sectores bajos, señala que generalmente no tenían posibilidades de adquirir nuevas prendas y que carecían también de una segunda muda de ropa. Lavar o reparar sus atuendos se convertía, de este modo, en una alternativa muy dificultosa. El vestuario de los sectores medios más modestos y los bajos -a diferencia de los más encumbrados en la sociedad- no era habitualmente objeto de valuación, dado que sólo poseían lo que llevaban puesto. Estos atuendos carecían de valor y eran normalmente desechados luego de un uso excesivo. La vestimenta usual de estas personas solía estar compuesta por muy pocas prendas: zapatos usados, algún sombrero, un poncho, un par de medias, un gorro, un par de calzas y chaleco, sin posibilidad de recambio.

Laura Cabrejas (2000), como parte del estudio de la frontera sur bonaerense entre 1736 y 1870 que analiza los inventarios de bienes de sus habitantes y las pulperías, complejiza la visión que los relatos de viajeros y la literatura costumbrista habían grabado a fuego sobre la vida cotidiana en la campaña bonaerense. Así, observamos un mayor número y variedad de prendas y telas con las cuales se confeccionaban sus atuendos, sencillos por cierto pero no por eso menos variados.

Estos estudios nos han abierto un panorama diferente y más complejo sobre la vida material de estos sectores sociales en Buenos Aires y en la campaña, mostrándonos que su cotidianeidad podía ser más rica e interesante de dilucidar de lo que pensábamos.

En cuanto al sector afroporteño rioplatense, la importancia que revisten sus formas de vestir como "artefacto cultural" ha sido convenientemente señalada por Daniel Schavelzon (2003: 147), quien desde la arqueología urbana y con el desenterramiento de sus restos materiales en la ciudad de Buenos Aires, ha puntualizado: "La ornamentación del cuerpo con vestimentas y adornos es un tema importante en la cultura afro: desde la ropa colorida hasta los adornos vistosos son una antigua constante".

La cultura material de este sector social se enmarca, entonces, en una actitud de resistencia ante la opresión. Una resistencia que, a diferencia de otras regiones, no implicó violencia extrema ni masiva y que puede ser colegida a través de los restos materiales que usaron los afroporteños. Pipas, platos y otros utensilios de uso diario fueron tallados con símbolos religiosos, lo que se puede entender, según Schavelzon, como un signo inequívoco de resistencia cultural silenciosa, pero no por ello menos significativa.

¿Qué imagen nos ha llegado sobre el ajuar de los esclavos? En primer lugar, aquella que nos han transmitido los contemporáneos. Una mirada representativa nos la brinda José Antonio Wilde, quien se detiene en la evocación del Buenos Aires de la primera mitad del siglo XIX y describe sus atuendos:

"Estaban, sin embargo, entre nosotros, por lo general, muy mal vestidos, y un corto número cruelmente tratado. Los negros llevaban un chaquetón de bayetón, pantalón de lo mismo y chiripá. Andaban descalzos o con tamangos, especie de ojotas hechas de suela o de cuero crudo de animal vacuno o de carnero, envuelto el pie en bayeta, trapos o un pedazo de jerga".3

La necesidad, pues, cubierta en su forma más elemental. No parece haber muchas variantes para unos esclavos sometidos a condiciones de alta precariedad en su vestir:

"Las mujeres vestían casi siempre, enagua de bayeta, prefiriendo los colores verde, azul o punzó; rara vez usaban zapatos. Sin embargo, en casa de varias familias pudientes, se veían negras jóvenes muy bien vestidas y calzadas, sentadas en el suelo cosiendo inmediato a sus amas en el estrado".4

Esas esclavas que oficiaban de damas de compañía de las porteñas de buena posición social no hacían más que confirmar la regla del resto del conjunto: la pobreza en el vestido.

Los fines de semana, cuando los negros contaban con tiempo para sus actividades lúdicas y comunitarias, el panorama se transformaba:

"Más adelante, solía verse (especialmente los domingos) algunos negros ataviados con los despojos de sus amos; presentando muchas veces, una figura muy ridícula, v. g. con un sobretodo de largos faldones, una levita de talle corto cuando se usaba larga, un pantalón de un amo alto o gordo con un esclavo bajo o delgado, un sombrero de copa alta y bastón; porque eso sí, el bastón con puño de metal, jamás le faltaba en los días de gala. Algunos gastaban reloj de cobre con cadena y sellos de lo mismo. En fin, parecían monos vestidos".5

Más allá de los prejuicios que nos revela, esta visión directa es sin duda resultado de un estereotipo construido en la época de quien nos transmite su memoria; entendemos este concepto como una imagen remanida y poco detallada acerca de un conjunto de personas con determinadas características comunes.6

Este estereotipo está conformado por formas de ver la realidad basadas en ideas, creencias y prejuicios que circulan en el medio social y cultural en el que se inserta el sujeto y que se aplican a todo un grupo social, ya sea que esté definido por características de etnia, nacionalidad u origen geográfico o de determinada orientación sexual.7 Es, en definitiva, una forma de ordenar la caótica realidad vivida, una clasificación de los aspectos más salientes del medio circundante y de los actores sociales a quienes se etiqueta y se clasifica en ese medio histórico. No obstante ello, el estereotipo cumple una función constructiva fundamental en tanto modo de apoyo en un punto de referencia con respecto a la percepción del mundo vivenciado, complejo y caótico por definición. A la vez, afirma la pertenencia de grupo al compartir con otros sujetos esquemas cognitivos y lingüísticos comunes.8

Basadas, entonces, en un estereotipo hemos recibido este tipo de imágenes como fuente acerca de los esclavos. A través de este testimonio en particular podemos entrever la visión de todo un grupo social sobre ellos.

Algunas ilustraciones de la época también son representativas de esta forma estereotípica de ver al conjunto de los esclavos. En la obra de Bonifacio del Carril,9 por ejemplo, observamos a un negro en la época rosista (Figura 1).

Figura 1

fig1

La mueca de su sonrisa no es lo primero que llama nuestra atención. Tampoco el conjunto de transeúntes que lo observa con atención y curiosidad. Nuestra vista, en cambio, se fija irremediablemente en su vestimenta y su postura: una camisa ordinaria rasgada en varias partes, un pantalón con no pocos agujeros a los que se agrega un gran remiendo, la ausencia de calzado y una pose casi absurda, pues las dos piernas del moreno parecen entrelazarse entre sí. Los harapos y los remiendos dominan nuestro campo visual. En otra imagen, de Pridiliano Pueyrredón,10 se nos muestra una escena cotidiana de un patio porteño (Figura 2). En ella, el vestido raído de una esclava contrasta con la buena vestimenta de su ama y de su hija. La lavandera que ilustra Hipólito Bacle11 -entre varios vendedores ambulantes que sus vistas retratan- nos entrega una imagen típica de una afroporteña (Figura 3). Camino a su actividad, carga su tabla repleta de ropa mientras fuma, y lleva un vestido listado, pañuelo largo que cubre la cabeza y cae sobre los hombros, además de unas chancletas que rematan el atuendo.

Figura 2

fig2

Figura 3

fig3

Observamos en estas imágenes y relatos aquello que los contemporáneos elaboraron como forma necesaria de captar y ordenar la realidad vivida. Deberíamos intentar, desde el análisis histórico, deconstruirlos, de modo de volver a asir la complejidad de esa realidad pasada.

¿Cómo se ha analizado este tipo de testimonios desde la historiografía? Vicente Rossi recoge en parte la imagen transmitida por Wilde, y nos describe a los esclavos con similar carencia:

"A veces la capa de un rey (el presidente no la usaba; su distintivo era una banda colorada) cubría su desnudez o su vestimenta de harapos, pues los negros de Buenos Aires fueron siempre mantenidos en la mas lamentable indijencia".12

Harapos, indigencia y desnudez son los conceptos que trazan el hilo conductor de una posición compasiva, mezcla de conmiseración y lástima. En cuanto al calzado, el resto de sus consideraciones va en el mismo sentido:

"Lo común era que anduvieran todos descalzos y con igual calzado asistían a sus candombes. Los tamangos fueron artículo de lujo, y su uso exijía ciertas oportunidades, para ciertos negros y en ciertos dias en que se pudiera transitar en la sucia aldea, sin poner a la miseria los trapos que hacían de medias".13

Desde el análisis de la vida cotidiana de la ciudad en el Buenos Aires de comienzos del siglo XIX, Andrés Carretero también describe los atuendos de hombres y mujeres negros con resultados semejantes:

"En cuanto a las mujeres esclavas era común verlas vestidas con una pollera de bayeta -algodón-, enagua terminada con puntillas y un jubón. El ajuar se completaba con un pañuelo anudado al cuello, pero que en la calle se usaba anudado debajo del mentón para cubrir la cabeza. En invierno llevaban un poncho y casi siempre iban descalzas. Aunque estas prendas eran las más baratas de plaza, la mayoría de ellas vestían con las ropas desechadas por las mujeres de la familia a la que pertenecían".14

En el caso de los hombres, los remiendos son la norma; y los pies descalzos, el origen de una cuestión casi folclórica, el de la palabra "chancleta":

"Los esclavos, al igual que las mujeres de esa condición, iban vestidos con ropas de algodón, que eran las más baratas del mercado o con prendas descartadas por los amos. Como las mujeres, andaban descalzos. Este sector social tenía dos características distintivas. La primera eran los remiendos, que llegaban hasta los andrajos, y la segunda el calzar, cuando lo hacían, zapatos de los dueños, que casi nunca coincidían con la medida de sus pies acostumbrados a no tener hormas que los sujetaran. Por esto arrastraban los tacos o hacían sonar la suela interior a cada paso. Este ruido dio origen al término chancletear y a la palabra chancleta".15

Ricardo Cicerchia sigue el relato de Mariquita Sánchez de Thompson en la observación sobre la vestimenta del Buenos Aires inmediatamente anterior a la revolución. La "gente pobre", grupo social en el cual quedan incluidos los esclavos en este testimonio, "usaba un rebozo llamado picote, hecho de una bayeta cordobesa muy ordinaria, blanca, que solía teñirse para vestir a los criados".16 La mención al calzado en este autor nos ofrece una representación similar a las anteriores, pues "la gente pobre andaba descalza"17 y el panorama de la vestimenta de estos sectores sociales se completa de la siguiente forma: "Para las clases populares, lo principal era un poncho, un sombrero bajito y un pañuelo para atarse a la cabeza. Los niños vestían lo mismo que la gente grande. Los muchachos con casaca, calzón corto y chaleco, y las niñas como las señoras".18

Según comprobamos a través de los relatos de quienes plasmaron en papel o en imágenes sus vivencias de época, y de los estudios historiográficos posteriores, aparece ante nuestra vista un universo de carencias en el vestir de los esclavos, con unas pocas prendas gastadas hasta lo inverosímil que cubren sus humanidades. Este perfil no parece dar lugar a muchos matices y se repite de modo mecánico en la versión de esta faceta del vivir diario de los afroporteños que nos ha llegado hasta el presente.

El objetivo de este trabajo es intentar demostrar que, contrariamente a esta imagen estereotipada y simplificada que nos han dejado los observadores contemporáneos sobre cómo se vestían los esclavos (recogida muchas veces en forma inadvertida por quienes han investigado el tema), hay una variedad mucho mayor de la que suponíamos en las prendas de vestir de este grupo social. Estas variedades podrían haber representado, al igual que los complementos ornamentales que usaron como parte de su indumentaria y de su apariencia personal, una forma de reafirmación de la propia individualidad, a la vez que un modo de preservación de la identidad como sujeto colectivo.

2. La vestimenta de los afroporteños

Un aspecto fundamental de la cultura material de los afroporteños como la vestimenta nos es transparente gracias a los anuncios de fugas y extravíos de esclavos publicados en el periódico comercial La Gaceta Mercantil de Buenos Aires, que salió a circulación entre octubre de 1823 y fines de 1851. Varios aspectos de la vida cotidiana de la ciudad se vislumbran a través de sus publicaciones sobre entradas y salidas de barcos, compraventa de casas y terrenos, ofrecimientos de gratificación por objetos perdidos, aperturas o cambios de domicilio de firmas comerciales, listas de precios corrientes, entre otros.

También las compras, ventas, fugas y extravíos de esclavos fueron motivo suficientemente importante para que los amos colocaran sus anuncios en el periódico. En el caso de las fugas y pérdidas, las descripciones de los amos, destinadas a generar herramientas imprescindibles para identificar a los individuos prófugos o desaparecidos, nos brindan la llave para acceder al universo de los atuendos que cubrían los cuerpos esclavos con un interesante nivel de detalle. No obstante, es menester considerar que la visión que recibimos por medio de esta fuente es aquella construida por los amos, influida por su posición dentro de la sociedad y por un daño concreto a sus intereses: la pérdida del esclavo.

Para la construcción de nuestro objeto de estudio hemos tomado las descripciones contenidas en los avisos de más de quinientas fugas de esclavos en el periodo 1823‑1831, y hemos complementado la muestra con ochenta y cinco pérdidas o extravíos. En total se han analizado más de seiscientos anuncios, en gran parte de los cuales se da algún tipo de información -más o menos detallada según los casos- sobre las prendas de vestir y las características fisonómicas de los afroporteños.

Al analizar en los avisos las descripciones de la vestimenta que usaban los esclavos lo primero que nos llama poderosamente la atención es la variedad en prendas, telas, calidad, detalles y color de lo que llevaban puesto. El negro Joaquín podía ser identificado por el siguiente vestuario: "...una gorra de paño con galon de lana, pantalon de lana negra y lista blanca, usa generalmente chiripá, pañuelo a la cabeza colorado de algodón".19 Antonio, un negrito bozal de trece años, según nos dice su dueño "anda con un bonete de pelo, un chaqueton de bayeton verde color de botella, camisa de listado, camiseta de lana, pantalon de paño mezcla color ceniza...".20 El mulatillo portugués Manuel del Nacimiento llevaba al momento de su huida "una chaqueta de paño azul, calzones de listado y sombrero aplomado".21

Los atuendos femeninos podían ser en ocasiones pródigos en cintas, volados, alforzas y otros complementos que rompían la monotonía de la prenda. Una negra esclava llamada Teresa estaba vestida al momento de la fuga "con vestido de listado azul a cuadros menuditos y con un bolado abajo, y ensima del bolado dos alforzas, bata blanca y rebozo, chal de lanilla flor romero con cinta amarilla".22 Una negra fugada en febrero de 1830 "llevó dos vestidos, uno amarillo y otro azul; dos naguas, una con puntillas y otra con volado, un pañuelo de seda verde con pintas blancas".23 El estado de las prendas podía deteriorar en algunas oportunidades dichos ornamentos. Gregoria llevaba al momento de huir "vestido de percal á flores viejo, y ha tenido bolado y se le ha quitado y tiene mas color abajo que arriba...".24

En otros casos podía haber una combinación de prendas nuevas y usadas. Así el mulato esclavo Tiburcio "llevaba un pantalon de listado azul, otro de brin remendado una camisa de brin usada, y un sombrero ordinario nuevo...".25 El pardo cordobés José "llevó un gorro colorado, chaqueta de paño yá usada, pantalón de paño azul nuevo, camisa de hilo nueva...".26 Aunque también están aquellos que sin llegar ni mucho menos a los harapos ni a la indigencia portan todas ropas usadas: el mulato Baltasar, al huir, "lleva un chiripa de gerga viejo, un poncho listado, id calsoncillos de lienzo de algodón grueso, camisa de id, chaqueta negra y sombrero todo usado".27

No obstante, había esclavos que llevaban todo su atuendo nuevo y en ocasiones compuesto por alguna tela de buena calidad. Luterio, de veintiocho años, había huido llevando "pantalón de brin blanco, chaleco de casimir, amarillo, chaqueta de paño verde, sombrero ordinario o gorrita, la ropa toda nueva, y un poncho de apala...".28 El mulato Nicolás viste, cuando se ausenta del domicilio de su amo, "un pantalon nuevo de casimir bueno, color oblea mescla, chaleco blanco y una chaqueta nueva muy lustrosa".29

Algunas descripciones pueden mostrarnos una mayor complejidad en la vestimenta, con gran número de prendas y detalles de confección:

"[el mulato Santiago iba] vestido con una gorra de felpa amarilla, chaqueta de paño azul con botonadura de tres hiladas, botones de seda, cabeza de turco; las botas de las mangas bordadas con cordoncillo negro, chaleco de paño color pasa y pantalon de lanilla rayada negra, hechura bombachos: se dice que se ha disfrazado y que anda con la cara atada y un poncho azul..."30

Hemos hallado en varios afroporteños atuendos con botonadura. Los botones podían ser de hueso, de asta, de metal, de seda (según vimos en el ejemplo anterior) e incluso detectamos otras variantes, como el caso de un negrito huido de catorce años que iba "vestido con pantalon de paño azul ordinario, con un boton de la patria en la pretina...".31

El mulatillo Nicolás también posee una prenda con una variante que la resalta, ya que lleva puesta, entre otra ropa, "una chaqueta de paño azul con cuello de terciopelo negro".32 También se da el caso de esclavos con algún atuendo forrado en otro tipo de tela. Florencio, un negro esclavo, es representativo de esta variante, pues viste al momento de la fuga "un chaqueton verde forrado en bayeta colorada, chiripá de jerga cordobesa, un bonete de pastel con una guardita en contorno y un parche de bayeta colorada en el medio..."33

Manuel Ferreira nos proporciona un ejemplo interesante y sugestivo de un esclavo que usa sombrero de copa, además de otros elementos que rompen la monotonía del atuendo y que dan a su porte un aire bastante personal. Viste en ocasión de la fuga "pantalón blanco, chaqueta de paño color de botella obscura, guarnecida de trensilla ancha, botones de metal amarillos grandes, sombrero de copa alta fino como de medio uso, chaleco negrusco, tiene un aro grande en una oreja, camisa blanca".34 Y notable es el caso de Luciano, negro bozal, que lleva entre su atuendo "pantalones de mahon azul a la moda con pliegues delante...",35 lo cual sustenta la suposición de que las prendas entre los esclavos podían trascender su mero uso material y convertirse en objetos de significación cultural y afirmación de la propia identidad.

En algunas oportunidades, las prendas podían ser usadas encima de otras, seguramente debido a las bajas temperaturas. En mayo de 1828, el negrito Hilario había desaparecido de casa de su amo con "dos pares de pantalones puestos".36 El mismo mes y año, el negrito zambo Doroteo se fugaba con dos ponchos caris sobre su cuerpo.37

Si bien no es frecuente en los casos que hemos analizado, en ocasiones el cuerpo del esclavo iba ataviado con muy pocas ropas y con el torso desnudo en el caso de los hombres. El negrito Ignilio, "de edad de 10 a 11 años", sólo lleva "pantalón de nanquin azul, sin camisa ni más ropa".38 Encontramos otro caso de similar edad: una mulatilla llamada Ventura que desapareció con "Vestido nuevo de listado morado á cuadritos, con dos alforjas, en cuerpo y descalza".39

En cinco oportunidades se menciona que los fugados están vestidos "de campo". Un negrito buscado por su amo tenía por vestido "bayeton verde oscuro, con zapatos, como de campo".40 Venancio, un mulato de veinte años de edad, era definido por su amo como "hombre de campo" y lo comprobamos por su atuendo: "lleva gorro colorado, chaqueton de bayeton verde oscuro, calzoncillos, chiripá de jerga pampa, poncho de apala, y bota de potro".41

La imagen que nos brindó José A. Wilde de "levita de talle corto cuando se usaba larga" sólo pudimos comprobarla en dos casos de esclavos adultos. El negro africano Pedro, fugado desde hacía más de un mes al momento de aparecer el aviso en el periódico, se llevó de casa de su amo varias prendas, entre ellas "Una levita de paño turquí que le está corta y estrecha".42 Está claro que esta ropa era de su uso, pues "Con esta ropa y calzado, se le ha visto en Santo Domingo en la misa mayor, hacen algunos días".

La modalidad o costumbre de llevar "un pañuelo para atarse a la cabeza" en los esclavos, según vimos en el relato seguido por Ricardo Cicerchia, sólo la hemos podido comprobar en seis oportunidades, en las cuales se describe en forma similar "pañuelo a la cabeza", "pañuelo a la cara", "cabeza atada". Los mulatos Felix y Santiago, vistos en los párrafos anteriores, son ejemplo de este tipo de uso. Por otra parte, se han hallado tan sólo cuatro casos de mujeres con pañuelo en la cabeza. La negra Victoria, esclava de entre veintiocho y treinta años, "acostumbra tener la cabeza cubierta con pañuelo y atarse las pasas como rodete algo crecido...".43

La variedad de prendas podía complementarse con objetos de uso personal que agregaban a la vestimenta un detalle ornamental importante. Un negro bozal "Portugués" y "recién llegado de las presas" lucía "un arito con una piedra en una oreja".44 Un negro africano llamado Pedro, ladino, tenía "un aro en la oreja derecha", aunque aclara el anunciante que "puede haberselo sacado".45 Don Juan Cladellas nos dice que Bartola, huida por la noche de su casa, "en la oreja izquierda tiene donde se pone el sarcillo un granito pasmado".46

Más notable aun es una china esclava de Doña Ana Perichón, quien tenía "la oreja izquierda ó derecha abierta, con un aro de oro muy chico...".47 Que este elemento ornamental lucido en alguna de las dos orejas -o incluso en ambas- puede tener un alto valor simbólico para estos esclavos que lo portan se evidencia, asimismo, en el caso de José Manuel, un chinito pampa huido de la férula de su amo, quien tenía "un arito en la oreja izquierda con cinco piedritas, en la derecha un palito de yerba...".48 Hemos encontrado, además, doce esclavos que lucían un aro en alguna de sus orejas y uno con un agujero en una de ellas, señal del uso del aro; una esclava adulta con aro; una con señal de usarlo habitualmente; una con la oreja partida -también indicación de haber usado en algún momento este adorno-; una niña con un agujero de aro en la oreja; y otra con "las orejas de ambos lados partidas".49

Otros ornamentos, como medallas y colgantes, son visibles en ilustraciones de la época50 y en diversos testimonios y memorias,51 y evidencian su uso habitual entre los esclavos. Estos objetos también han sido recuperados en trabajos arqueológicos desarrollados en los últimos años.52 Es claro que los afroporteños tuvieron predilección por ellos y que esos ornamentos poseían un valor que excedía lo material. En cuanto a nuestra fuente, hemos encontrado sólo en dos ocasiones otros objetos ornamentales usados por mujeres esclavas.

La negra Inés usaba al momento de su huida "un collar al cuello",53 sin que se especifiquen más detalles sobre él. Interesante es el caso de Teresa, una negra "de color zambo" que en el momento de la fuga "lleva dos vestidos, uno de seda razo obscuro pinta blanca y bolado ancho, y el otro de pinta morada; un rebozo de bayeta de pellon color café y cinta negra, una peyneta de carey fina usada y peina muy bien".54 No es frecuente encontrar una peineta entre las esclavas, pues es un objeto reservado a las damas de la alta sociedad porteña;55 no obstante, es sugestivo el cuidado que pone en su apariencia personal, usando incluso vestidos con volados y en seda, un corte de género principalmente usado por los sectores sociales más acomodados de la sociedad tardocolonial.

Teresa no es el único caso que hemos detectado de una esclava que cuida su apariencia y su peinado. El amo de una afroporteña llamada Juana, que ha huido de su poder, detalla que "es bien parecida, siempre trae la cabeza bien peinada...".56 Una mulata mendocina, de la cual no se nos da su nombre, tiene "cabello casi lacio, algo cano con rulos á la cara...".57

El cuidado, la apariencia y el pudor personal pueden trascender lo habitualmente expuesto a la vista de los demás, como el cabello, e implicar partes más íntimas, como en el caso de Juana Josefa, una esclava de nación lubolo. Su amo, para identificarla, expone su intimidad corporal cruelmente, pues a sus treinta y cinco años "no tiene pechos y los usa de trapo".58

Hay esclavos varones que parecen llevar cortes de pelo que al menos salen de lo habitual y dejan entrever cierta elaboración y elección personal. Un negro casado llamado Joaquín poseía entre sus características fisonómicas "patilla a la judía, ojos pardos, poco ha pelado figurando jopo".59 Luciano, un negro bozal de nación congo, lucía "cabeza raspada á navaja de tres días, con un solo dedo de pasas en el frente de la cabeza...".60 Otro negro africano de dieciséis o diecisiete años lucía "cabeza raspada a nabaja por la mitad...".61 Y Tenaro, un negrito de entre nueve y diez años de edad, poseía "ojos grandes, cara redonda, muy bonito; pelado con jopo".62

Los esclavos venidos del continente africano o de Brasil lucían en sus semblantes marcas y rayas típicas de sus culturas, lo que facilitaba su identificación en los avisos. El negro Pedro, "de 14 ó 15 años", huye de una fábrica de sombreros y puede ser identificado, entre otras características, "con una marca en la frente formando un corazón".63 Una negra bozal era "alta, cara muy rayada y linda".64 Otra esclava bozal prófuga de su amo, de veintisiete años de edad, se describe, entre otras características, como de "mano y pié chicos, sin abrir las orejas, tiene unas rayas junto á los ojos y en las espaldas".65 Y Mercedes, que era "de las ultimamente llegadas en las presas del Brasil", lucía "en el pecho una señal a manera de un estrella66 bastante visible...".67

También los dientes habían sido modificados por usos y costumbres culturales en sus lugares de origen. Una negra bozal de veinte años se nos describe como "renegrida, ojos grandes, baja, con los dientes afilados y muy punteagudos..."68 Es el mismo caso del esclavo Francisco venido de África, "algo bosal", que poseía "en la cara varias señales, la dentadura toda puntiaguda, hecho a proposito como negro de Guinea...".69

Un caso sumamente interesante es el de Bernabela, quien al momento de fugar también luce sobre su rostro "rayas en la cara como los negros mazambiques [sic], pero tiene la habla cordobesa...".70 De acuerdo con esta descripción, podríamos conjeturar que la esclava es de origen cordobés, no africano. Esto podría significar que estas marcas o rayas ornamentales en el rostro fueron incorporadas como costumbre o uso simbólico también entre los esclavos de origen criollo, si bien originariamente las traían en el cuerpo y en el rostro aquellos que ingresaban como producto del tráfico esclavista, aún plenamente vigente en 1830 en Buenos Aires.

En cuanto al calzado, los casos hallados también matizan en alguna medida el estereotipo del esclavo descalzo, en tamangos o chancletas. Un amo nos dice en el aviso de fuga que el mulato Manuel "anda regularmente calzado con botas...".71 La criada Paula "lleva un pañuelo de reboso amarillo guarda angosta, un vestido de zaraza celeste abastonado, zapatos de tafilete negro".72 El esclavo Pedro tenía al momento de su huida "una chaqueta de listado azul, pantalon blanco, sombrero y zapatos nuevos".73 La criada Transita calzaba "zapatos color flor romero".74 Y la negrita Petrona, de nueve años, al fugarse de la casa de su ama Doña Rafaela Guerra tenía puestos "zapatos de cuero atados con cintas verdes".75

En un caso encontramos un esclavo que responde a las descripciones que se han discutido al comienzo del trabajo, más cercanas al concepto de indigencia en el calzado que nos han proporcionado los contemporáneos. El 22 de octubre de 1829, el negro Antonio fugó "vestido con un chaqueton de paño ordinario, pantalones de paño azul finos usados surcido en una nalga (...) con tamangos de cuero crudo y los pies envueltos en bayeta verde".76 Es curioso el caso de un negro bozal de nueve años, quien al momento de ser robado lleva "en el pie izquierdo un tamango de paño verde".77

Se han clasificado treinta individuos que poseen alguna forma de calzado al momento de la fuga: quince varones, nueve mujeres y seis niños de diez años o menos. Entre las mujeres, sólo en dos casos nos encontramos con chancletas; en uno de ellos, con "chancletas de hombre".78 También hemos hallado zapatos abotinados con taco y sin él, y sin taco y zapatos de cuero, entre otros. En otras oportunidades, de la esclava sólo se dice que está "calzada".79 Es interesante la mención de Josefa, mulata cordobesa, el único caso que hemos hallado de una esclava con medias en los pies.80

En los hombres pudimos encontrar, entre otros calzados, botas, botas de potro, botines de dos suelas y zapatos. El moreno Jacinto, de nación Mozambique, llevaba al momento de huir "zapatos nuevos abotinados".81 Y un mulato de nombre Pablo, de veinte años de edad, andaba "regularmente vestido, con botas".82

Entre los esclavos que los avisos señalan explícitamente como descalzos, catalogamos sólo quince avisos de varones, tres de mujeres y tres de niños. Por la descripción fisonómica, en la que se describe alguna característica de los pies,83 se pueden inferir muchos más casos en esta condición. Más allá de esto, no deja de ser llamativa en el conjunto la cantidad de casos descriptos que portan algún tipo de calzado distinto del llamado tamango. Por otra parte, la aclaración en los textos de los anuncios de que el individuo va descalzo o sin zapatos podría significar que la cantidad de esclavos que usaban calzado era mayor de la que inicialmente podríamos haber conjeturado.

¿Cómo vestían los niños esclavos? Las fugas, y más específicamente las pérdidas o extravíos (concentrados mayoritariamente en esta franja etaria), nos han aportado información valiosa sobre el grupo de hasta diez años y sus prendas de vestir. Hemos encontrado gran variedad en ropa y color. Los más pequeños, como un mulatillo de dos años perdido el 25 de mayo de 1828, podían usar "calzón blanco, pollera azul, bata punzon, gorrita de felpa negra...".84 Un negrito llamado Pio, "de dos para tres años" de edad, tenía al momento de desaparecer de casa de su dueña "unos calzoncitos de listado azul y un batoncito de paño obscuro, con botones de acero blancos".85 El mulatillo Mauro, de seis años, llevaba al momento de perderse, durante los fuegos artificiales en el festejo nocturno de las fiestas patrias de ese año, "mameluco azul y gorro colorado".86 Una chinita de ocho años llamada Damiana fugó del poder de su amo con "una chaqueta de paño azul de segunda clase desteñida, una pollera de listado ó cotin con bastones celestes remendada adelante, otra de bayeta rosada abajo, calsada con zapatos".87 El calzado también se nos hace visible en Juana Josefa, una negrita de tres años extraviada que llevaba "vestido blanco, calsoncitos rosados y zapatos de tafilete azul".88 Las niñas podían tener por su vestimenta la apariencia de una esclava adulta. Así, la chinita Juliana "llevaba pollera de zaraza á bastones, y chal morado de paño".89

3. La cantidad de prendas

Uno de los parámetros que tomamos en cuenta para determinar el grado de carencia y escasez en el vestir de los esclavos es la cantidad de prendas que cada uno poseía, según consta en las descripciones de los avisos de fugas y extravíos. También en este aspecto del análisis la visión tradicional que estamos discutiendo, según la cual los esclavos vestían poco menos que andrajos, encuentra un límite.

Hemos observado en no pocas ocasiones que los negros, mulatos, pardos y zambos, tanto hombres como mujeres, poseían más de una muda de ropa de su propiedad. Un mulatillo cordobés de catorce años "llevaba pantalones blancos de brin y chaqueta de paño azul (aunque pudiera haber cambiado otra de nanquín celeste)".90 El negro Antonio, de oficio zapatero, vestía "pantalon mezclilla, chaqueta azul, chaleco mezclilla, aunque suele cambiarse la ropa y ponerse chiripá y sombrero negro".91 En otra oportunidad, una parda esclava de la misma edad "salió con 4 vestidos de muselina celeste muy usado y manta de lanilla color ante".92 En septiembre de 1827 se publica un aviso pues Leocadia ha huido de casa de sus amos con "vestido de zaraza verde, y otro interior de listado azul".93 A dos negros "portugueses"94 huidos en pareja se los puede reconocer en su vestuario por las siguientes prendas: "Si no han variado, el primero debe ir con una camisa de lana azul, y un gorro colorado; y el otro con camisa colorada y sombrero de paja, ala grande". El eventual cambio de indumentaria informado por su dueño se confirma posteriormente, pues sabemos que "han llevado sus demas ropas".95 Luis, un negrito de nación congo, "ha llevado mucha ropa entre ella una chaqueta, pantalon y chaleco de paño color pasa con vivos amarillos...".96

Hemos encontrado más de veinte casos en los cuales, al momento de la fuga, tanto hombres como mujeres se llevan más prendas de vestir de su propiedad que simplemente las puestas, si bien es cierto que en algunos casos huyen con prendas robadas, como "Juaquina", que se llevó "robados unos vestidos de mujer de listados finos y algunas camisas de su amo que llevan la marca A. B.".97 Vestidos, chales, "fresadas", polleras, camisetas de poncho y delantales de trabajo, pantalones, chaquetas, entre otros, se mencionan como atuendos complementarios que los esclavos se llevan de su uso personal. Algunas veces, si bien no se especifica el tipo de prenda, se generaliza su mención como "toda su ropa" o "llevándose su ropa",98 entre otras expresiones semejantes. Estos indicios nos permiten inferir que sus vestuarios, aunque modestos, son más variados de lo que nos era dable suponer.

Hemos corroborado esta imagen más complejizada de la vestimenta recurriendo a los esclavos y esclavas reincidentes en la fuga. En el corpus de más de quinientos avisos de fuga analizados hemos podido detectar treinta reincidencias, cotejando los domicilios de los amos de cuyo poder los esclavos fugaron (calle y número de casa), la fecha de la colocación del anuncio y el nombre del sujeto huido. Se realizó, acto seguido, una comparación de sus características fisonómicas y de edad, cuando ello fue posible, para confirmar que eran los mismos sujetos. El resultado de dicha metodología nos ha permitido obtener un mapa dinámico de las vestimentas de los esclavos en varios de los avisos a lo largo del tiempo. De los casos encontrados, cuatro individuos fugaron en tres ocasiones (dos hombres y dos mujeres), hecho que nos permitió obtener un cuadro aún más completo y prolongado temporalmente.

Pongamos algunos ejemplos. El negro Felix, bozal, huyó por primera vez, según detectamos en los anuncios, en diciembre de 1828. Al momento de la fuga debía tener "un chaqueton ó levita99 color café, hasta cerca de las rodillas, calson blanco de lienzo ó negro de punto, sombrero chico de paja ó gorra blanca de lienzo".100 Según se observa, en el texto comprobamos que de cada prenda el esclavo poseía al menos dos variantes. El 23 de junio de 1830, vale decir un año y medio después, su amo vuelve a colocar un anuncio dado que Félix ha vuelto a huir. En esta oportunidad, "Su vestido puede ser -Calzoncillo de lienzo, chiripa de poncho ó fresada, chaqueta de nanquín morado con rayas blancas y negras, ó camiseta de poncho, sombrero grande negro o gorro de pizon colorado".101 Lo primero que nos llama la atención es que, una vez más, el esclavo puede llevar puestas, eventualmente, dos prendas por cada sector del cuerpo: extremidades inferiores, torso y cabeza. En segundo lugar, notamos que, salvo el calzón o calzoncillo de lienzo,102 el resto del vestuario es totalmente distinto en las dos variantes descriptas.

La "china" Lorenza, misionera, fuga dos veces del poder de su amo en un lapso de sólo dieciséis días. El 15 de mayo de 1826, según nos dice el aviso publicado dos días después, "va con un vestido de listado á cuadros, y un pañuelo grande amarillo de bastante uso".103 En el siguiente anuncio de fuga, además de llevarse "algunas piezas de ropa con que su señora la emviaba a la calle", Lorenza va con "trage de zaraza, y un chal casimir color carne con cinta a cuadros".104 Podríamos deducir que la esclava lleva el mismo vestido en ambas ocasiones, pues las descripciones son complementarias y el "vestido de listado a cuadros" podría bien ser de "zaraza". Pero la segunda prenda usada como rebozo es distinta.

Una negra mendocina de nombre Bartola fugó tres veces en el término de dos años y medio aproximadamente. Podemos observar la trayectoria de su vestuario en dos períodos desiguales entre fugas. A principios de agosto de 1826, la primera vez que escapa, va

"vestida de zaraza blanca con flores de colores, ó bien con otro de zaraza oscuro, un chal rebozo de paño color plomo, con sinta blanca con color, el ancho de dos dedos ó un pañuelo de paño amarillo usado con guarda angosta y pinos en las puntas...".105

Casi dos años y medio después la encontramos nuevamente en un anuncio del periódico. En esta ocasión, "Se fue con un reboso rosado, pollera de lanilla de florcita, vieja, y de un medio color...".106 Menos de veinte días después reincide y lleva "un sombrero negro, pollera de sarasa color café con flor amarilla y otra de lanilla medio color...".107

Según se observa, toda la ropa con la que es descripta Bartola en sus tres fugas es distinta, tanto en el prolongado lapso entre la primera y la segunda fuga como en el corto tiempo transcurrido entre la segunda y la tercera. Y notamos también, al igual que en el caso del esclavo Félix tratado anteriormente, que, en más de una oportunidad, el amo da la posibilidad cierta de que porte más de una prenda de similares características. En efecto, Bartola posee dos vestidos de su propiedad en el primer aviso, ambos de zaraza, y dos polleras al momento de publicarse el tercer anuncio.

No hemos encontrado en el seguimiento diacrónico de estos casos testigo que los esclavos hayan tenido siempre las mismas vestimentas. Prendas, telas, colores: la vestimenta de los esclavos difiere en los tres momentos analizados. Tampoco observamos señales de ropas andrajosas, ni que den idea de indigencia o miseria extrema.

4. Análisis y evaluación cuantitativa

Para completar el análisis se ha realizado un inventario de las prendas encontradas en los anuncios sobre fugas y extravíos,108 desagregado por categoría (hombres, mujeres, niños). Hemos individualizado en conjunto 1.110  prendas de vestir: 696 para el sexo masculino (62,7%), 271 para el femenino (24,4%), y en conjunto para los infantes de diez o menos años de edad, niños y niñas, 134 prendas (12,1%). La diferencia en la cantidad de las prendas por grupo se origina en que la mayoría de los esclavos fugados o perdidos son de sexo masculino. De todas formas, nos parece representativa la muestra en los tres grupos para sacar conclusiones. También se contabilizaron el tipo de tela, la trama o detalles de estampado y los colores encontrados, y su calidad y estado de uso.

Según el tipo de prenda y sus variantes, se han inventariado para los hombres ochenta y tres prendas diferentes (Tabla 1), si bien se han agrupado en algunos casos por similitud / tipo para facilitar la clasificación.109 Han sido consideradas como categorías tipológicas individuales las descripciones generales como "de campo", "de primavera", "de peón de trabajo", pues consideramos que este atuendo completo da el perfil de una manera de vestir que puede ser particularmente identificada. Asimismo, merecen una mención especial algunas prendas cuya funcionalidad ha sido redefinida y trasmutada en otra; como ejemplo, puede citarse la camiseta de poncho o el chiripá de poncho cari. Ellas nos aportan un interesante indicio sobre este tipo de práctica de refuncionalización de los atuendos.

Tabla 1: Cantidad de prendas (Hombres)

Prenda de vestir Cantidad Porcentaje
chaqueta/chaquetón 150 21,6
pantalón 132 19,0
camisa/mangas de camisa 80 11,5
sombreros (sin alas/ de paja/ de paja ala grande/ de panza de burro/ chico/ de paño/ de pelo/ con borlas/ de ule/ de lana/grande/ sin especificar) 71 10,2
calzón/calzón con bragueta 45 6,5
gorros(de marinero/ gorrete de marinero/ escocés/ de pizón/ de militar/ sin especificar) y gorras(de vizcacha visera charolada/ con galón de lana/ cuero de liebre/ cuero de perro-pelo largo/ de cuero con visera/ de paño/ cuero de gato) 42 6,0
ponchos (caris/ de picote/ de apala/ de córdoba/ pampa/ santiagueño/ de paño de militar/ bicharaco/ sin especificar) 35 5,0
chiripá/chiripá de picote/ chiripá de bayeta 27 3,9
chaleco 20 2,9
calzoncillo/calzoncillo con flecos 16 2,3
aro en la oreja 12 1,7
pañuelo/pañuelo a la cabeza/a la cara/cabeza atada 7 1,0
camiseta 6 0,9
capote/capote de cuello 6 0,9
delantal/delantal de lona 5 0,7
"de campo" 5 0,7
tiradores/ de punto/ de orillo 4 0,6
bonetes(bonete/con guarda/de pelo) 4 0,6
jerga pampa/jerga/jerga de chiripá (**) 3 0,4
sabanilla 2 0,3
levita 2 0,3
justillo 2 0,3
corbata 2 0,3
"de peón de trabajo"/ "ropa de trabajo" 2 0,3
"de primavera" 1 0,1
camisa con pechera 1 0,1
"de militar como de ordenanza" 1 0,1
fraque 1 0,1
chaqueta militar 1 0,1
chaqueta con botonadura 3 hiladas 1 0,1
vincha(usada sobre el gorro) 1 0,1
chaqueta de marinero 1 0,1
sombrero de copa 1 0,1
ceñidor 1 0,1
chiripa de poncho o fresada (*) 1 0,1
chiripa de poncho cari (*) 1 0,1
lienzo alrededor de cintura (usado como cinto) 1 0,1
camiseta de poncho (*) 1 0,1
pantalón de manta pampa 1 0,1
pretina 1 0,1
Total: 696 100,0

Notas: (*) Se han considerado como prendas particulares por estar compuestas de otra prenda cuya funcionalidad ha sido redefinida.
(**) Se clasifican como prendas y no como tipos de género o tela, pues aparecen descriptos con entidad propia como tales.

Las prendas de vestir más usadas por los morenos esclavos son las chaquetas y los chaquetones (agrupados en un mismo ítem) con 150 apariciones en los avisos (21,6%) seguidos por los pantalones con 132 (19%), las camisas con 80 (11,5%), los sombreros en 71 ocasiones (10,2%), el calzón en 45 (6,5%), los gorros y gorras en 42 (6%), los ponchos en 35 —agrupando todas las clases halladas— (5%), los chiripás en 27 (3,9%), los chalecos en 20 (2,9%) y los calzoncillos en 16 (2,3%). Corroboramos que la indumentaria destinada a cubrir la cabeza es muy utilizada por los afroporteños. No obstante, nos ha parecido novedosa la gran variedad de ellas; entre sombreros, gorros, gorras y bonetes hemos encontrado treinta tipos y variantes distintas, lo cual confirma su importancia como parte del atuendo esclavo. En total suman 118 prendas; es decir, un 17% del conjunto inventariado.

En el caso del sexo femenino son treinta y cuatro las piezas distintas halladas (Tabla 4). También aquí hemos clasificado en forma individual aquellas que cumplen una función diferente de aquella específica que las define. Ejemplo de esta práctica es el caso del pañuelo utilizado como rebozo o aquel que se ceñía a la cabeza para cubrirla.

Tabla 4: Cantidad de prendas (Mujeres)

Prenda de vestir Cantidad
vestido/ con bolados/ con cintas/ con puntillas/ manga corta 93
rebozo/ de pelo de conejo 42
pañuelo/ con fleco de lana/ grande 41
pollera/ de Córdoba/ con volado 32
chal / chal rebozo 17
pañuelo de rebozo 10
bata 7
traje 6
manta 5
pañuelo atado a la cabeza 4
enagua con puntilla/ con volado 2
triangulo (como rebozo) 1
sombrero 1
peineta de carey fina 1
medias 1
"fresada" 1
collar 1
colcha 1
cinta (a modo de cinto) 1
chaqueta 1
camisa 1
bayeta (como prenda encima de la enagua) 1
aro de oro (en la oreja) 1
Total: 271

Las prendas más utilizadas por las mujeres esclavas son el vestido (en sus distintas variantes), aparecido en 93 oportunidades (34,3%), el rebozo en 42 (15,5%), el pañuelo en 41 (15,1%), la pollera en 32 (11,8%) y el chal en 17 (6,3%). A diferencia de los hombres, las mujeres prácticamente no usan sombreros, si bien cubren sus cabezas con pañuelos (que representan sólo el 1,5% de la indumentaria relevada con certeza de dicho uso). No hemos podido detectar ningún poncho cubriendo sus cuerpos.

Los tipos de género y trama utilizados para la confección de la vestimenta también nos han deparado algunas sorpresas en los dos casos. Cuarenta y siete tipos y variantes fueron encontrados en prendas masculinas (Tabla 2), que suman en total trescientos cuarenta casos. El paño tiene la mayor representación en el conjunto, con 105 atuendos elaborados con dicha tela (30,9%). Lo siguen el brin con 46 (13,5%), las variantes de bayeta y bayetón con 39 (11,5%), lana y lanilla en 32 (9,4%), los lienzos y liencillos con idéntico número, el nanquín con 12 (3,5%) y la jerga con 10 (2,9%).

Tabla 2: Tipos de tela/género (Hombres)

Tipo de tela Cantidad Porcentaje
paño/ paño mezcla/ paño mezclilla 105 30,9
brin/ brin asargado 46 13,5
bayetón/ bayeta/ bayetón de Córdoba 39 11,5
lanilla/ lana 32 9,4
lienzo/ liencillo/ lienzo de bolsa/ lienzo de algodón/ lienzo americano 32 9,4
nanquin 12 3,5
jerga/ jerga pampa/ jergón/ jerga cordobesa 10 2,9
mahón 8 2,4
mezclilla/ mezcla 7 2,1
algodón 5 1,5
piel 4 1,2
casimir  4 1,2
cotonia/ cotonia acolchada 4 1,2
pana 4 1,2
de punto 3 0,9
hilo 3 0,9
terciopelo (*) 3 0,9
gasa 2 0,6
cutí (**) 2 0,6
lona 2 0,6
picote 2 0,6
bretaña de hamburgo 1 0,3
felpa 1 0,3
casinete mezclilla 1 0,3
bretaña fina 1 0,3
orillo 1 0,3
lino 1 0,3
lila 1 0,3
bayetilla 1 0,3
coco 1 0,3
pañete 1 0,3
espumilla 1 0,3
Total: 340 100,0

Notas: (*) Dos veces usado en cuellos de chaqueta.
(**) Cotín, lienzo fuerte.

En cuanto a las tramas o diseños, en setenta y dos oportunidades encontramos lo que se denominaba "listado", diseño abastonado o rayado (en ocasiones con tramado a cuadros tipo escocés, aunque esta última variante es minoritaria), que generalmente constaba de dos colores. Este tipo de trama podía verse, por ejemplo, en calzones, pantalones, camisas y ponchos.

En atuendos femeninos contabilizamos 32 tipos de tela y variantes distintas en ellas (Tabla 5), con el siguiente orden de importancia: primero, las diversas formas de sarazas110 con 50 apariciones (35,2% del conjunto), seguidas por las bayetas con 25 (17,6%), las lanillas con 12 (8,5%), el algodón con 11 (7,7%), el paño en 10 ocasiones (7%) y el casimir también en 10 (7%). Como en el caso de los varones, consideramos aparte los diseños a bastones (con sus diversas variantes, tales como "bastones a dengues" o "listados a cuadros"), que hemos comprobado que fueron muy utilizados en los cortes de telas de indumentaria femenina. Un total de sesenta casos con este diseño conforman las prendas. La mayoría aparecen en las sarazas pero también se observan en nanquines y tejidos de hilo. Las bayetas generalmente eran lisas.

Tabla 5: Tipos de tela/género (Mujeres)

Tipo de Tela Cantidad Porcentaje
saraza/ saraza floreado/ saraza percal 50 35,2
bayeta/ bayeta de pellón 25 17,6
lanilla/ lanilla cuadrada/ lanilla de florcita 12 8,5
algodón/ algodón floreado 11 7,7
paño 10 7,0
casimir/ cachemir 10 7,0
muselina a cuadros/ muselina/ muselina con guarda 4 2,8
merino 3 2,1
seda raso/ seda 2 1,4
nanquin 2 1,4
franela 1 0,7
hilo 1 0,7
gasa 1 0,7
paño abayetado 1 0,7
coco 1 0,7
angaripola 1 0,7
estambre 1 0,7
lana de conejo 1 0,7
percal a flores 1 0,7
cotonia 1 0,7
cotín 1 0,7
seda 1 0,7
pellón 1 0,7
Total: 142 100,0

Como mostramos en algunos ejemplos específicos en este trabajo, eran frecuentes las cintas (afelpadas, a cuadros, lisas, con uno o más colores), puntillas, volados y alforzas como ornamentos en las prendas. Chales, rebozos, polleras o vestidos podían lucirlos.

En definitiva, los tipos de géneros y las tramas inventariadas resaltan por lo variados en los esclavos de sexo masculino y femenino. Asimismo, se incrementaría notablemente la variedad de prendas si utilizáramos el criterio de clasificación del que se valió Laura Cabrejas en la lista de las prendas detectadas en los inventarios de pulperías para la frontera sur bonaerense,111 en los cuales aparecen en forma específica y diferenciada los tipos de vestimenta asociados con las telas de confección y, eventualmente, con el color.

Podemos suponer, sobre la base de lo relevado en los anuncios de fugas, que el mundo afroporteño en la segunda y tercera décadas del siglo XIX era un mundo regido por el color. La importancia que la percepción cromática tiene para las distintas culturas (con relación a sí mismas y como factor de diferenciación frente a un "otro" social) no puede pasar inadvertida. Tampoco, la índole cultural e histórica de dicha percepción y la preferencia de los colores. De este modo, la relación color-identificación social nos parece que puede ser aplicada a la relación que los afroporteños tuvieron en dicho contexto.112

En las prendas de los esclavos de sexo masculino identificamos un total de 26 colores y combinaciones (estas últimas generalmente en las tramas listadas), que ascienden a 431 apariciones en las prendas (Tabla 3). El azul en 123 prendas (28,5%), el blanco en 93 (21,6%), el negro en 85 (19,7%), el verde en 28 (6,5%) y el colorado en 20 (4,6%) se llevan los mayores porcentajes. Pero la predilección por la diversidad de colores en la vestimenta se puede comprobar en el resto del relevamiento que hemos realizado. El color "pasa" (11 casos), el morado o granate (10 casos), el color "cari", el turquí, el amarillo, así como el color canela, el celeste, el café, y los juegos de colores asociados a las tramas "a listado" o "a cuadros" (muchos de los cuales no aparecen descriptos detalladamente pero podemos inferir el bicromatismo) aparecen en las prendas masculinas.

Tabla 3: Colores de las prendas (Hombres)

Color de la prenda Cantidad Porcentaje
azul 123 28,5
blanco 93 21,6
negro/ negruzco/ oscuro 85 19,7
verde/ verdoso/ botella oscura 28 6,5
colorado 20 4,6
pasa 11 2,6
morado/ grana/ mordoré 10 2,3
azul / blanco (en listados) 8 1,9
plomo/ gris/ ceniza 8 1,9
turquí 6 1,4
amarillo 5 1,2
otras combinaciones (en listados) (*) 5 1,2
cari 4 0,9
canela 3 0,7
celeste 3 0,7
café 3 0,7
verde aceituna 3 0,7
color/ colores 3 0,7
celeste/ blanco (en listados) (*) 2 0,5
negro/blanco (en listados) (*) 2 0,5
oblea mezcla 1 0,2
polvillo 1 0,2
encarnado 1 0,2
"color claro" 1 0,2
rosado 1 0,2
violeta 1 0,2
Total: 431 100,0

Notas: (*) Las combinaciones de colores encontradas en las descripciones son solo una parte del total. Aunque muchas veces no figuran nombrados en los anuncios, se deduce que todos los tramados "a bastones", "listado" o "a rayas" de las prendas contienen dos colores por lo menos.

En las afroporteñas resalta aún más esta preferencia (Tabla 6). Una variedad de 39 colores y combinaciones sobre las telas de sus atuendos -224 apariciones- marcan una diversidad que va de la mano de una mayor variedad de estampados (floreados, listados, con pintas, con guardas). El blanco 28 veces (12,5%), el azul 23 (10,3%; muchas veces como parte de las telas "listadas" sin descripción del segundo color), el verde 18 (8%), el punzó 17 (7,6%), el azul y blanco combinado 13 (5,8%), el negro 12 (5,4%) y el celeste 11 (4,9%; también solo o en combinación) son los preponderantes. Pero no le van en zaga el color plomo (o "aplomado"), el colorado, el amarillo, el rosado (con combinación o sin ella), el morado o el color café. Observamos un reparto más parejo en la distribución de colores en la indumentaria de las afroporteñas si lo comparamos con aquel de los hombres. Merecen lugar destacado todas las variantes de telas a dos colores, floreados y tramas a lunares, que en conjunto están presentes en 47 prendas de vestir (21%). Esta lista crecería si agregáramos las telas estampadas, como el percal y la angaripola.

Tabla 6: Colores de las prendas (Mujeres)

Color de la prenda Cantidad Porcentaje
blanco/ blanquizo 28 12,5
azul (a veces en los listados sin especificar segundo color) 23 10,3
verde/ verde oscuro 18 8,0
punson (*) 17 7,6
azul/ blanco (en listados) 13 5,8
oscuro/ negro 12 5,4
celeste (solo o en combinación) 11 4,9
plomo/ aplomado 9 4,0
colorado 9 4,0
amarillo 9 4,0
rosado/ rosado y blanco/ rosa (en listados) 8 3,6
pasa 8 3,6
morado/ mordoré 8 3,6
floreados (ante/ celeste/ punzó/ verde/ blanco) 6 2,7
café/café con flor amarilla 6 2,7
flor de romero 5 2,2
ante (**) 4 1,8
carne/ encarnado 3 1,3
verde/pintas blancas 2 0,9
pinta morada/morada lunares blancos 2 0,9
oro 2 0,9
azul/morado (en listados) 2 0,9
azul pinta colorada 2 0,9
azul a cuadros menudito 2 0,9
torcaza 1 0,4
tabaco/ amarillo (en listados) 1 0,4
punzó/ verde (en listados) 1 0,4
naranja 1 0,4
morado pintas blancas 1 0,4
flor de enredadera 1 0,4
"de colores" 1 0,4
colorado pintas blancas 1 0,4
centro negro/ flor colorada 1 0,4
canela 1 0,4
blanco/ negro (en listados) 1 0,4
blanco con color 1 0,4
azul/ colorado (en listados) 1 0,4
azul/ blanco/ colorado 1 0,4
amarillo con guarda 1 0,4
Total: 224 100,0

Notas: (*) punzó; (**) ocre.

Los 134 casos de las prendas de vestir que hemos registrado para los niños de diez años y menores (tomados en conjunto el sexo masculino y el femenino) arrojan resultados similares a los comprobados en el caso de los adultos, aunque en un porcentaje menor de disparidad entre las prendas con mayor representación en el conjunto con respecto al resto (Tabla 7). Las variantes de vestidos (niñas) y de chaquetas (en los varoncitos) representan 24 y 19 casos de la muestra (17,9 y 14,2%, respectivamente), seguidos del pantalón con 17 (12,7%), las distintas gorras y gorritas con 14 (10,4%), los calzoncillos y calzones con 12 (9%), los pañuelos en 10 ocasiones (7,5%), las camisas en 8 (6%) y los rebozos y las polleras en 7 (5,2%).

Tabla 7: Cantidad de prendas (Niños)

Prenda de vestir Cantidad Porcentaje
vestido (*)/ mangas cortas 24 17,9
chaqueta/ chaquetón/ casaca/ casaquilla/ chaquetita (**) 19 14,2
pantalón 17 12,7
gorra/ gorrita (**)/ gorra de lobo/ gorro/ gorra con borla/ gorrita de nutria 14 10,4
calzoncillos/ calzoncitos (**) /calzón 12 9,0
pañuelo 10 7,5
camisa 8 6,0
rebozo / rebocito (**) 7 5,2
pollera 7 5,2
chal 3 2,2
baton/ bata/ batoncito (**) 3 2,2
delantal de coleta/ delantal 3 2,2
mameluco 2 1,5
sombrero 1 0,7
camisón 1 0,7
ponchito (**) 1 0,7
levita 1 0,7
triangulo de rebozo 1 0,7
Total: 134 100,0

Notas: (*) Se han encontrado algunos casos especificados para los infantes de sexo masculino.
(**) Se han colocado los diminutivos que aparecen en las descripciones cuando han aparecido, pero no se contabilizaron como prendas diferentes.

En el caso de las chaquetas se agregan en los niños las "casacas" o "casaquillas" como atuendo característico de este grupo etario. También encontramos entre sus prendas de vestir los mamelucos. El sombrero parece haber sido una prenda de uso exclusivo de los adultos pues sólo hay un caso. Las gorras y gorritas, en cambio, sí están muy representadas en los niños. Las batitas aparecen en tres oportunidades (2,2%) y el camisón en una en el atuendo de las niñas.

En cuanto a telas y tramas (Tabla 8), dominan el universo de los infantes el paño con 11 apariciones (16,2%), el nanquín con igual número, la saraza con 9 (13,2%) y la lanilla con 5 (7,4%), al igual que la bayeta. Según se observa, el paño pierde representatividad con respecto al uso en la vestimenta de los adultos hombres y ocurre un emparejamiento en el uso de las sarazas respecto de los otros géneros, si tomamos como base de comparación los datos de las mujeres adultas.

Tabla 8: Tipos de tela/género (Niños)

Tipo de tela Cantidad Porcentaje
paño 11 16,2
nanquín/ nanquín rasado 11 16,2
saraza 9 13,2
lanilla 5 7,4
bayeta 5 7,4
lienzo/liencillo 3 4,4
algodón 3 4,4
tafilete 2 2,9
merino 2 2,9
pana/ pana rayada 2 2,9
casimir 2 2,9
felpa/ felpa a cuadritos 2 2,9
brin 2 2,9
floreado 2 2,9
hilo 1 1,5
piel 1 1,5
paja 1 1,5
percala 1 1,5
mahón 1 1,5
muselina 1 1,5
coco 1 1,5
Total: 68 100,0

Es llamativa, asimismo, la presencia de varias otras telas en el conjunto, que aunque no tienen gran representación no dejan de dar la pauta de que fueron usadas en los vestidos de los más pequeños. Verbigracia, el casimir, el brin, el percal, la piel, la muselina, el coco, el hilo y la felpa, entre otras.

La variedad de colores se confirma en los menores en las 25 variantes encontradas (Tabla 9). El azul prepondera, como en el grupo de los afroporteños hombres adultos, con 29 casos (24,4%). Aparece en segundo término el blanco, con 21 (17,6%), y más atrás encontramos el negro con 9 (7,6%), el verde con 8 (6,7%), el celeste con 7 (5,9%), el punzó con 6 (5%), el morado y el rosado, ambos con 5 atuendos (4,2%). Según comprobamos, vuelve a ser norma la cantidad de colores en la indumentaria, en este caso en la que visten los niños.

Tabla 9: Colores de las prendas (Niños)

Color de la prenda Cantidad Porcentaje
azul 29 24,4
blanco 21 17,6
oscuro/ negro 9 7,6
verde 8 6,7
celeste 7 5,9
punzó 6 5,0
morado 5 4,2
rosado 5 4,2
colorado 4 3,4
plomo 3 2,5
aceituna 2 1,7
canela 2 1,7
café 2 1,7
pasa 2 1,7
colores 2 1,7
azul/blanco (en listados) 2 1,7
oro 2 1,7
amarillo 1 0,8
blanco/verde (en listados) 1 0,8
almendra 1 0,8
blanco flores amarillas 1 0,8
turqui 1 0,8
floreado 1 0,8
amarillo flores negras 1 0,8
fondo blanco pinta negra 1 0,8
Total: 119 100,0
5. Estado y calidad de las prendas

Un examen aparte merece el análisis de los estados y las calidades de las prendas usadas por el grupo afroporteño (Tabla 10). Con este objetivo, se han unificado todos los datos obtenidos en las tres categorías (varones, mujeres y niños) en pos de obtener un panorama general que nos permita sacar conclusiones sobre el nivel de deterioro de la indumentaria usada cotidianamente.

Tabla 10: Estados/calidad de las prendas (Hombres, mujeres y niños)

Estado/calidad de las prendas  Cantidad Porcentaje
usado/ bastante usado/ algo usado/ medio uso/ muy usado/ casi blanco de usado 50 28,1
viejo/ algo viejo/ viejito 34 19,1
nuevo  33 18,5
ordinario/ segunda clase 15 8,4
descolorido/de medio color/ más color abajo que arriba/ desteñido/ desvaído/ algo descolorido 12 6,7
fino/ bueno 8 4,5
poco limpia/ sucio/ muy sucio/ algo sucio/ bastante manchada de tinta/manchado de pintura 8 4,5
remendado/ muy remendado/ surcido 7 3,9
muy rota/algo rota/ rota 3 1,7
mal entrazada 3 1,7
bien vestido 2 1,1
andrajosa 1 0,6
corta y estrecha 1 0,6
mal vestido 1 0,6
Total: 178 100,0

Para la construcción de la muestra se ha definido como criterio taxonómico la agrupación de los distintos niveles o matices de cada estado o grado de conservación de las prendas en un solo elemento.113 Se obtuvieron catorce estados / calidades de los atuendos usados por los afroporteños según se describen en los anuncios del periódico. Se adoptó el criterio de clasificar como categorías específicas los estados "mal entrazada", "bien vestido" y "mal vestido", por considerarse que representan formas de vestir equiparables al resto de los estados / calidades desde el punto de vista analítico.

En total se han anotado ciento setenta y ocho estados / calidades que no necesariamente coinciden con la cantidad de prendas de vestir, pues -por poner un caso- una misma prenda puede haber sido hallada en estado "usado" y a la vez en calidad "ordinaria".

El vestuario que se ha descrito como "usado" representa la mayor cifra de la muestra con 50 elementos, vale decir un 28,1%. Como "viejo" se han clasificado 34 atuendos (19,1%). Cabe destacar que en tercer lugar emergen las prendas nuevas con una mínima diferencia con respecto a las clasificadas como viejas, con 33 piezas de ropa (18,5%). En un número bastante menor nos encontramos con prendas descoloridas o desteñidas en 12 casos (6,7%) y con algún grado de suciedad o manchas en 8 (4,5%).

En contraste con la visión que estamos poniendo en tela de juicio, los estados que denotan extremo deterioro tienen relativamente escasa incidencia en nuestro conjunto de datos: las ropas remendadas o zurcidas están presentes en 7 vestimentas (3,9%), las rotas en 3 (1,7%) y el extremo de la vestimenta "andrajosa" sólo se puntualiza en un caso (0,6%). En conjunto suman el 6,2%, vale decir sólo un tercio si las comparamos con las prendas nuevas.

En cuanto a las calidades, hemos podido clasificar dos subtipos. Las prendas ordinarias aparecieron 15 veces (8,4%) y el estado "fino / bueno" apareció en el nada despreciable número de 8 veces (4,5%). Esta última observación, no obstante, debe ser un tanto relativizada en algunos casos específicos: por ejemplo, una camisa de Bretaña fina portada por un chinito pampa esclavizado se describió como "algo usada"114. Asimismo, se ha definido como "muy mal entrazada" a una esclava que portaba un vestido de seda115, tela considerada de buena calidad o "fina".

Deberíamos considerar también que en cada grupo tipológico relevado se han encontrado distintos grados de uso / desgaste. Por ejemplo, en el grupo de las prendas usadas (el mayoritario con más del 28% del conjunto, según acabamos de apuntar) las subcategorías "algo usado" o "medio uso" -equiparables a nuestro juicio- matizan el nivel de deterioro de las prendas en el conjunto, dado que en el desagregado de la categoría aparecen en las prendas en 8 oportunidades (16% de las 50 piezas de ropa catalogadas en el grupo), según vemos en el siguiente cuadro (Cuadro 1).

Cuadro 1:

Estado

Cantidad

Porcentaje

Algo usado

4

8

Medio uso

4

8

Usado

31

62

Bastante usado

5

10

Muy usado

5

10

Casi blanco de usado

1

2

TOTAL:

50

100%

Los estados más extremos de desgaste ("bastante usado / muy usado / casi blanco de usado") aparecen solamente en el 22% de las prendas en este estado.

Si desglosáramos dichas prendas en estado "algo usado / medio uso"116 de la categoría en la cual están clasificadas, obtendríamos un 4,5% del total de los estados catalogados. Si a su vez contabilizáramos dicha subcategoría con las prendas en estado "nuevo" (18,5%) y "bien vestido"117 (1,1%), tendríamos como resultado que casi un cuarto de los estados relevados en el conjunto de datos (24,1%) representan grados de conservación de las prendas de vestir que podríamos considerar como buenos o aceptables.

6. Consideraciones finales

El recorrido por las descripciones de las vestimentas de los afroporteños nos ha permitido comprobar una mayor variedad y complejidad en sus atuendos. Así, se matiza la mirada que nos legaron los contemporáneos sobre este asunto, luego recogida desde la historiografía que trató este aspecto de la vida cotidiana en el Buenos Aires tardocolonial e independiente temprano. Contrariamente a las cuatro o cinco prendas básicas que tanto relatos como imágenes nos mostraban, decenas de ellas fueron utilizadas en el ajuar de los esclavos y fueron confeccionadas en una cantidad nada despreciable de tipos de tela diferentes.

La enorme gama de colores encontrados en sus atuendos y el hecho de que el teñido de los géneros fue cosa corriente como método de coloración,118 nos hace suponer que el colorido de sus ropas pudo haber obedecido no sólo a una necesidad o a la disponibilidad de las tinturas necesarias sino también a una elección relacionada con cuestiones culturales.

Pudimos observar, además, que los "remiendos hasta los andrajos", los harapos y la indigencia de sus apariencias personales se transformaron, según nuestro análisis, en prendas que, si bien confeccionadas en telas ordinarias en buena medida, distaron mucho de reflejar mayoritariamente dichos estados extremos de precariedad. Pudimos comprobar que muchos esclavos lucían ropas nuevas o una combinación de ellas con otras usadas. No obstante haber encontrado casos de ropas nuevas y a la vez sucias, algunas descripciones trasuntan un cuidado personal que tendría que ver, a nuestro juicio, con cuestiones de intencionalidad en el mantenimiento de la propia apariencia y de la identidad individual y de grupo.

Cierto arreglo y cuidado en los peinados, los adornos y ornamentos y las marcas o señales traídas en el rostro y otras partes del cuerpo por los esclavos venidos directamente del tráfico esclavista -todavía vigente en la década del treinta del siglo XIX- aportan un elemento más a la refutación de que el vestir afroporteño obedecía a una simple necesidad material. No descartamos, pues, que estas marcas, que podrían clasificarse según nuestra opinión dentro de los "tatuajes étnicos", se hayan convertido en una práctica cultural difundida dentro del grupo afroporteño, más allá de su uso por parte de los esclavos recién venidos de África o Brasil.

Las referencias que encontramos sobre la utilización que hacían los esclavos de la ropa desechada por los miembros de la familia a la cual pertenecían no nos permiten suponer que esta práctica haya sido mayoritaria, al menos en el desenvolvimiento de la vida cotidiana. Tres levitas y un sombrero de copa no son suficientes para dar entidad a dicha afirmación, y tampoco hallamos en las descripciones demasiadas prendas que no se adecuaran por sus tamaños a los cuerpos de quienes las vestían, lo cual podría haber sido un indicio de esta práctica.

El análisis de las reincidencias en la fuga nos permitió complementar otro dato significativo: la existencia de más de una muda de ropa por parte de los afroporteños. La comparación diacrónica de varios casos e incluso las descripciones individuales en un mismo aviso nos dieron la pauta de que, pese a la modestia en el vestir, no faltaban en muchas oportunidades dos mudas de ropa para cada parte del cuerpo.

En cuanto al calzado, lejos estamos del estereotipo del esclavo descalzo por excelencia o del tamango y los "pies envueltos en bayeta". También aquí las conclusiones que se derivan de la evidencia relevada apoyarían la hipótesis de que los afroporteños podrían haber utilizado el calzado más frecuentemente de lo que suponíamos. Incluso pudimos observar en algunos casos -pocos, pero no por ello menos significativos- el uso de zapatos en estado nuevo.

En suma, la gran variedad de prendas, el aceptable estado de conservación de buena cantidad de ellas, el amplio espectro de telas y colores, el uso de calzado en los pies y cierto cuidado en la apariencia personal matizan la visión de un esclavo irremediablemente harapiento, y nos colocan frente a la evidencia de un uso de la vestimenta que, más allá de sus fines materiales, se convierte en parte de la cultura afroporteña.

Notas

1 Fernandez Silva, Claudia. El vestuario como identidad, del gesto personal al colectivo. Recuperado de: http://proyectomedussa.com/el-vestuario-como-identidad-del-gesto-personal-al-colectivo/

2 Ibídem.

3 Wilde, José A., Buenos Aires desde 70 años atrás. Pág. 72. Recuperado de: http://www.biblioteca.org.ar/libros/71300.pdf

4 Ibídem, pág. 73.

5 Wilde, José A., Op. Cit., pág. 72.

6 Herrero Cecilia, Juan, La teoría del estereotipo aplicada a un campo de la fraseología: las locuciones expresivas francesas y españolas. Recuperado de: http://pendientedemigracion.ucm.es/info/especulo/numero32/teoreste.html

7 Ibídem.

8 Ibídem.

9 Carril, Bonifacio del. Monumenta Iconographica. Paisajes, ciudades, tipos, usos y costumbres de la Argentina, 1536-1860, Emecé, Buenos Aires, 1964. Citado en Cicerchia, Ricardo, Historia de la vida privada en la Argentina, Buenos Aires, Troquel, 1998. Pág. 107.

10 Banco Vélox (1999), Pridiliano Pueyrredón, Buenos Aires: Banco Vélox.

11 Bacle, César Hipólito. Estampas de Buenos Aires, Buenos Aires: Centro Editor de América Latina, 1966.

12 Rossi, Vicente. Cosas de negros, Buenos Aires, Taurus, 2001. Pág. 81.

13 Ibídem, pág. 82.

14 Carretero, Andrés. Vida cotidiana en Buenos Aires. Buenos Aires, Planeta, 2001. Tomo I, pág. 88.

15 Ibídem, pág. 89.

16 Cicerchia, Ricardo. Historia de la vida privada en la Argentina, Buenos Aires, Troquel, 1998. Pág. 114.

17 Ibídem, pág. 115.

18 Cicerchia, Ricardo, Op. Cit., pág. 115.

19 La Gaceta Mercantil (en adelante LGM), 05-02-1828 [Editado en DVD-Rom por la Asociación de Amigos del Archivo Histórico de la Provincia de Buenos Aires "Dr. Ricardo Levene", 2012-2013], t. III (1828-1829).

20 LGM, 24-09-1831, t. IV.

21 LGM, 19-02-1830, t. IV.

22 LGM, 12-02-1828, t. III.

23 LGM, 19-02-1830, t. IV.

24 LGM, 10-03-1829, t. IV.

25 LGM, 04-03-1828, t. III.

26 LGM, 22-05-1828, t. III.

27 LGM, 15-04-1829, t. III.

28 LGM, 11-04-1828, t. III.

29 LGM, 15-02-1827, t. II.

30 LGM, 28-06-1828, t. III.

31 LGM, 31-12-1829, t. III.

32 LGM, 24-03-1830, t. IV.

33 LGM, 21-07-1830, t. IV.

34 LGM, 11-12-1827, t. II.

35 LGM, 20-03-1829, t. III.

36 LGM, 06-05-1828, t. III.

37 LGM, 20-05-1828, t. III.

38 LGM, 05-09-1828, t. III.

39 LGM, 31-03-1829, t. III.

40 LGM, 05-09-1826, t. II.

41 LGM, 01-10-1830, t. IV.

42 LGM, 17-05-1830, t. IV.

43 LGM, 02-01-1830, t. IV.

44 LGM, 07-03-1828, t. III.

45 LGM, 05-04-1830, t. IV.

46 LGM, 04-08-1826, t. II.

47 LGM, 12-02-1831, t. IV.

48 LGM, 24-02-1829, t. III.

49 LGM, 27-10-1829, t. III.

50 Una interesante muestra de imágenes de la época se encuentra en el apéndice de la obra anteriormente citada de Daniel Schavelzon.

51 Vicente Rossi nos dice "Les preocupaba mucho el decorado: medallas, cadenas, anillos, cintas y todo lo que su ingenuidad típica creían que daba carácter de personaje, aunque se tratara de cobre y estaño...". Schavelzon menciona las memorias del afro-uruguayo.Lino Suárez Peña y hace referencia al uso de aros africanos y collares.

52 Schavelzon, Daniel, Op. Cit. Págs.148-149.

53 LGM, 07-03-1828, t. III.

54 LGM, 26-09-1829, t. III.

55 Cicerchia, Ricardo, Op. Cit., págs. 118-119.

56 LGM, 16-06-1829, t. III.

57 LGM, 12-08-1825, t. I.

58 LGM, 16-11-1830, t. I.V

59 LGM, 05-02-1828, t. II.I

60 LGM, 20-03-1829, t. III.

61 LGM, 04-03-1829, t. III.

62 LGM, 27-08-1827, t. II.

63 LGM, 14-01-1829, t. III.

64 LGM, 11-01-1831, t. IV.

65 LGM, 28-03-1829, t. III.

66 Se nos ha planteado la duda sobre si la marca en la frente en forma de corazón del negro Pedro y aquella visible en el pecho de Mercedes pudieran ser resultado del carimbado de los esclavos. Si bien esta práctica fue abolida por la Corona española en 1784, Gabino La Rosa Corzo nos habla, para Cuba, de la presencia de algunos casos no generalizados de esta práctica hasta mediados del siglo XIX, incluso por parte de propietarios que carimbaron esclavos introducidos de forma ilegal. Más allá de esta novedosa posición, consideramos que no estamos en presencia de casos de esclavos carimbados, por tres motivos. En primer, lugar, el autor nos dice que "este tipo de marcas no debe confundirse con los ‘tatuajes’ o escarificaciones, identificadas en la documentación como ‘marcas de su tierra’". Confirmamos, así, que estas señales autorrealizadas de significado cultural e identitario existieron y fueron frecuentes. En segundo término, en los ejemplos mostrados por el autor ninguna de estas marcas es un símbolo como estrellas o corazones, sino iniciales de los propietarios o números. Y cuando las carimbas fueron hechas durante el siglo XVIII por las autoridades españolas, el diseño era una corona real con una cruz encima. Como última razón para apoyar esta posición, el carimbado de estos casos analizados en Cuba en un período similar al que estamos viendo para Buenos Aires se hacía generalmente sobre hombros, espalda y pechos. Pensamos, pues, que estos dos casos hallados en los anuncios del periódico pertenecen a la tipología de "tatuajes étnicos". La Rosa Corzo, Gabino, La Carimba. En Revista Cubana de Ciencias Sociales, Nros. 33-34

Recuperado de: http://www.filosofia.cu/ifc/rccs/nos_33-34/33-34_Carimba_GLaRosa.htm

67 LGM, 25-02-1829, t. III.

68 LGM, 31-03-1829, t. III.

69 LGM, 06-02-1828, t. III.

70 LGM, 06-04-1827, t. II.

71 LGM, 31-05-1828, t. III.

72 LGM, 27-11-1828, t. III.

73 LGM, 14-01-1829, t. III.

74 LGM, 07-02-1829, t. III.

75 LGM, 11-09-1827, t. II.

76 LMG, 28-10-1829, t. III.

77 LMG, 29-07-1828, t. III.

78 LMG, 16-11-1830, t. IV .

79 LGM, 10-03-1829, t. III.

80 LGM, 28-07-1829, t. III.

81 LGM, 26-02-1830, t. IV.

82 LGM, 07-05-1830, t. IV.

83 El 3 de marzo de 1830 aparece el aviso de la fuga de Eufracio (ocurrida el 24 del mes anterior). Por él, entre otros caracteres identificatorios, sabemos que "le falta una uña en el dedo grande del pie". El 17 de mayo del mismo año se identifica al negro Pedro, africano de origen, como de "pie grande, talon sacado". El 11 de junio se aclara que un negro huido "tiene la particularidad de tener solo cuatro dedos en un pie". De acuerdo con estas observaciones, podemos inferir que estos esclavos andaban descalzos.

84 LGM, 28-05-1828, t. III.

85 LGM, 01-08-1826, t. II.

86 LGM, 28-05-1828, t. III.

87 LGM, 04-07-1829, t. III.

88 LGM, 08-01-1827, t. II.

89 LGM, 21-11-1829, t. III.

90 LGM, 06-10-1826, t. II.

91 LGM, 13-01-1830, t. IV.

92 LGM, 31-08-1827, t. II.

93 LGM, 20-09-1827, t. II.

94 El término "portugués" se utiliza en la época para designar a los esclavos que, durante la guerra con Brasil, eran capturados a buques de ese país por corsarios argentinos e introducidos para su venta en el país. El mismo sentido tiene la denominación de "las presas", en referencia a las capturas durante dicha guerra de corso.

95 LGM, 12-11-1828, t. III.

96 LGM, 17-08-1831, t. IV.

97 LGM, 24-02-1829, t. III.

98 LGM, 04-02-1829, t. III.

99 Es el segundo y último caso hallado de un esclavo ataviado con levita.

100 LGM, 27-12-1828, t. III.

101 LGM, 23-06-1830, t. IV.

102 Y aun aquí es dudoso que fuera la misma prenda.

103 LGM, 17-05-1826, t. II.

104 LGM, 02-06-1826, t. II.

105 LGM, 04-08-1826, t. II.

106 LGM, 09-01-1829, t. III.

107 LGM, 27-01-1829, t. III.

108 Las tablas construidas a tal efecto pueden consultarse en el apéndice de este trabajo.

109 Es el caso de los bonetes por ejemplo, que se han asociado en una misma categoría como "bonete / bonete de pelo / bonete con borlas". Otro ejemplo es el de los distintos tipos de poncho, que se han agrupado en una sola categoría. En el caso de la jerga, se contabilizaron los siguientes elementos en forma conjunta: jerga, jerga pampa, jerga de chiripá (este último, de acuerdo con su funcionalidad como prenda).

110 En las prendas femeninas clasificamos las distintas variantes de cada tela estampada; verbigracia, en el caso de la saraza esta incluye los diseños floreados y el percal. Consideramos en forma diferenciada los diseños abastonados o a cuadros que aparecen con frecuencia.

111 Cabrejas, Laura, Op. Cit., págs. 208-213. Podemos ver inventariadas, por ejemplo, las Chaquetas de brin, de lanilla y de paño como prendas distintas; así también el chaquetón de bayeta, de bayetón, de paño y de paño azul.

112 En contextos materiales africanos, desde la arqueología Daniel Schavelzon ha encontrado pruebas de la preferencia de determinados colores en los objetos de uso afro excavados. Véase Schavelzon, Daniel, Op. Cit., págs. 24, 159, 162.

113 Sirva a modo de ejemplo para el estado "usado" la siguiente composición del ítem: "algo usado / medio uso / usado / bastante usado / muy usado / casi blanco de usado".

114 LGM, 24-02-1829, t. III.

115 LGM, 07-04-1829, t. III.

116 Consideramos que estos estados pertenecen a prendas de vestir que, si bien no están en estado nuevo, poseen un estado de uso aceptable que nos permitiría incorporarlas en el grupo de las prendas nuevas a efectos del análisis que estamos realizando.

117 Encontramos dos casos de esclavos en esta condición. Nos parece pertinente valorarlos dentro del conjunto de prendas en buen estado.

118 Cicerchia, Ricardo, Op. Cit., pág. 123.

Bibliografía

Bacle, César Hipólito (1966) Estampas de Buenos Aires. Buenos Aires: Centro Editor de América Latina.

Banco Velox (1999) Prilidiano Pueyrredón. Buenos Aires: Banco Vélox.

Cabrejas, Laura (2000) "Vida material en la frontera bonaerense (1736-1870). Vivienda, muebles e indumentaria". En Mayo, Carlos A. (editor) Vivir en la frontera. La casa, la dieta, la pulpería, la escuela (1770-1870). Buenos Aires: Biblos.

Carretero, Andrés (2001) Vida cotidiana en Buenos Aires. Buenos Aires: Planeta. Tomo I.

Cicerchia, Ricardo (1998). Historia de la vida privada en la Argentina. Buenos Aires: Troquel.

Fernandez Silva, Claudia (2010) El vestuario como identidad, del gesto personal al colectivo. Conferencia dictada en la 8va Jornada Académica de Diseño Industrial "Las personas y los diseñadores una buena sociedad", 28 de abril de 2010. Universidad Pontificia Bolivariana. Recuperado de: http://proyectomedussa.com/el-vestuario-como-identidad-del-gesto-personal-al-colectivo/

Herrero Cecilia, Juan (2006) La teoría del estereotipo aplicada a un campo de la fraseología: las locuciones expresivas francesas y españolas. En Espéculo. Revista de estudios literarios. Universidad Complutense de Madrid. Recuperado de: http://www.ucm.es/info/especulo/numero32/teoreste.html

La Rosa Corzo, Gabino (2003) La Carimba. En Revista Cubana de Ciencias Sociales, Nros. 33-34. Recuperado de: http://www.filosofia.cu/ifc/rccs/nos_33-34/33-34_Carimba_GLaRosa.htm

Reitano, Emir (2010) La inmigración antes de la inmigración. Los portugueses de Buenos Aires en vísperas de la Revolución de Mayo. Mar del Plata: Eudem.

Rossi, Vicente (2001) Cosas de negros. Buenos Aires: Taurus.

Schavelzon, Daniel (2003) Buenos Aires negra - Arqueología histórica de una ciudad silenciada. Buenos Aires: Emecé.

Wilde, José A. (2003) Buenos Aires desde 70 años atrás. Biblioteca Virtual Universal. Recuperado de: http://www.biblioteca.org.ar/libros/71300.pdf

Esta obra está bajo licencia
Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 2.5 Argentina